El derecho al delirio
Dessas gostosuras que encontramos na internet, num domingo pela manhã...
El derecho al
delirio
Ya está naciendo el nuevo milenio. No da para
tomarse el asunto demasiado en serio: al fin y al cabo, el año 2001 de los
cristianos es el año 1379 de los musulmanes, el 5114 de los mayas y el 5762 de
los judíos. El nuevo milenio nace un primero de enero por obra y gracia de un
capricho de los senadores del imperio romano, que un buen día decidieron romper
la tradición que mandaba celebrar el año nuevo en el comienzo de la primavera.
Y la cuenta de los años de la era cristiana proviene de otro capricho: un buen
día, el papa de Roma decidió poner fecha al nacimiento de Jesús, aunque nadie
sabe cuando nació.
El tiempo se burla de los límites que le
inventamos para creernos el cuento de que él nos obedece; pero el mundo entero
celebra y teme esta frontera.
Una invitación
al vuelo
Milenio va, milenio viene, la ocasión es
propicia para que los oradores de inflamada verba peroren sobre el destino de la
humanidad, y para que los voceros de la ira de Dios anuncien el fin del mundo y
la reventazón general, mientras el tiempo continúa, calladito la boca, su
caminata a lo largo de la eternidad y del misterio.
La verdad sea dicha, no hay quien resista: en
una fecha así, por arbitraria que sea, cualquiera siente la tentación de
preguntarse cómo será el tiempo que será. Y vaya uno a saber cómo será.
Tenemos una única certeza: en el siglo veintiuno, si todavía estamos aquí,
todos nosotros seremos gente del siglo pasado y, peor todavía, seremos gente
del pasado milenio.
Aunque no podemos adivinar el tiempo que será,
sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. En
1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos
humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho
de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado
derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los
ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:
el aire estará limpio de todo veneno que no
venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones;
en las calles, los automóviles serán
aplastados por los perros;
la gente no será manejada por el automóvil, ni
será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni
será mirada por el televisor;
el televisor dejará de ser el miembro más
importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas;
la gente trabajará para vivir, en lugar de
vivir para trabajar;
se incorporará a los códigos penales el delito
de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir
por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño
sin saber que juega;
en ningún país irán presos los muchachos que
se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;
los economistas no llamarán nivel de vida al
nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas;
los cocineros no creerán que a las langostas
les encanta que las hiervan vivas;
los historiadores no creerán que a los países
les encanta ser invadidos;
los políticos no creerán que a los pobres les
encanta comer promesas;
la solemnidad se dejará de creer que es una
virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;
la muerte y el dinero perderán sus mágicos
poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en
virtuoso caballero;
nadie será considerado héroe ni tonto por
hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene;
el mundo ya no estará en guerra contra los
pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio
que declararse en quiebra;
la comida no será una mercancía, ni la
comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos
humanos;
nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de
indigestión;
los niños de la calle no serán tratados como
si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;
los niños ricos no serán tratados como si
fueran dinero, porque no habrá niños ricos;
la educación no será el privilegio de quienes
puedan pagarla;
la policía no será la maldición de quienes no
puedan comprarla;
la justicia y la libertad, hermanas siamesas
condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda
contra espalda;
una mujer, negra, será presidenta de Brasil y
otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer
india gobernará Guatemala y otra, Perú;
en Argentina, las locas de Plaza de
Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los
tiempos de la amnesia obligatoria;
la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de
las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;
la Iglesia también dictará otro mandamiento,
que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas
parte»;
serán reforestados los desiertos del mundo y
los desiertos del alma;
los desesperados serán esperados y los perdidos
serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y
los que se perdieron de tanto buscar;
seremos compatriotas y contemporáneos de todos
los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde
hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito
las fronteras del mapa o del tiempo;
la perfección seguirá siendo el aburrido
privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será
vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.
(O texto do Eduardo Galeano veio daqui)
(o vídeo foi pescado no Conversa Consigo Mesma)
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